sábado, 17 de mayo de 2014

"ADIÓS GABO"



Hace poco murió Gabriel García Márquez. Entonces recordé que cuando mi hermana mayor estaba estudiando Filología Hispánica (ahora es profesora de Lengua castellana y Literatura en Bachillerato),  me comentó que le encantaría que alguien, en el programa de moda entonces, “Sorpresa, sorpresa”, le llevara a Gabriel García Márquez para conocerle y charlar con él sobre sus libros, porque había leído unos cuantos cuentos y su obra maestra Cien años de soledad y estaba fascinada con la nueva técnica del realismo mágico. Yo, entonces, me reía y no comprendía cómo se puede estar tan enamorada de un escritor si solo se le conoce a través de su obra.
En las pasadas vacaciones de Semana Santa, recibí el mensaje apenado de mi hermana comunicándome la muerte de su escritor favorito y me movió la curiosidad. Le pregunté que por qué le quería tanto y ella me contestó que era su maestro y, sobre todo, un genio de la narrativa. Para las personas que como ella enseñan Literatura, ha muerto alguien que representa  más que un simple escritor.  Para ella es un ser excepcional, alguien que ha aportado a la Lengua castellana una brillantez y una calidad exquisitas.
Entonces me contó cosas sobre él que me parecieron interesantes y me gustaría compartir. Me habló del realismo mágico que la tiene cautivada: lees, lees, lees cosas inverosímiles, que no pueden pasar pero tú te las crees.

“La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre. Rebeca esperaba el amor a las cuatro de la tarde bordando junto a la ventana. Sabía que la mula del correo no llegaba sino cada quince días, pero ella la esperaba siempre, convencida de que iba a llegar un día cualquiera por equivocación”.

“Llegó a la conclusión que aquel hijo (el coronel Aureliano Buendía) por quien ella (Úrsula Iguarán) habría dado la vida, era simplemente un hombre incapacitado para el amor. Una noche, cuando lo tenía en el vientre, lo oyó llorar. Fue un lamento tan definido, que José Arcadio Buendía despertó a su lado y se alegró con la idea de que el niño iba a ser ventrílocuo. Otras personas pronosticaron que sería adivino. Ella, en cambio, se estremeció con la certidumbre de que aquel bramido profundo era un primer indicio de la temible cola de cerdo. Pero la lucidez de la decrepitud le permitió ver, y así lo repitió muchas veces, que el llanto de los niños en el vientre de la madre no es anuncio de ventriloquia ni facultad adivinatoria, sino una señal inequívoca de incapacidad para el amor”.
(Cien años de soledad)

También me habló del universo literario de Macondo, el pueblo inventado que corresponde con el lugar de nacimiento del escritor, Aracataca en Colombia.  Si García Márquez no hubiera tenido la experiencia vital que tuvo, no hubiera podido escribir lo que escribió. Es un hijo de su circunstancia, toda su vida está de manera indirecta en su obra.  Me llamó la atención  la anécdota de que un día en que comenzó a leer la biografía del autor Vivir para contarla, se propuso subrayar en color verde todas las circunstancias que hubieran influido en su obra (que se la había leído toda). Al cabo de dos o tres capítulos lo tuvo que dejar porque era tal el subrayado y las anotaciones que no avanzaba en la lectura casi nada. Según ella, y cito textualmente,“ parecían páginas llenas con hojas de hiedra que colgaban por entre los renglones de los capítulos”.

En las fechas de su muerte, en un periódico colombiano, comentaban:

 “Cuando en Cien años de soledad, obra maestra de la literatura universal, muere José Arcadio Buendía cae una llovizna de flores amarillas como un homenaje póstumo al gran patriarca. La flor radiante era el amuleto de la suerte de Gabriel García Márquez, el genio latinoamericano de la literatura universal que ayer falleció en México.Una flor amarilla precisamente le adornaba la solapa del saco el pasado 6 de marzo, un jueves soleado, su último cumpleaños, el número 87.

Retirado ya hace seis años de la vida pública, "Gabo" salió ese día a la puerta de su casa en el elegante barrio Pedregal de San Ángel, México D.F., donde vive desde hace 30 años, para recibir a un grupo de reporteros que le cantaron "Las mañanitas" y recibir el abrazo de decenas de amigos que llevaban flores amarillas.
Una amiga que lo acompañó en su aparición lanzó al aire mariposas de papel del mismo color. Pocos minutos después, el escritor regresó al interior de la casa. No se le volvió a ver en vida. (…)

Tras publicar Cien años de soledad (1967), Crónica de una muerte anunciada (1981), entre otros, le otorgan en 1982 el Premio Nobel de Literatura "por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente".

En su discurso ante la Academia Sueca de las Letras, García Márquez afirma que América Latina vive una "realidad descomunal" tras recordar la situación que se vive con la dictadura en Chile, y la guerra civil en El Salvador. "Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte", afirma.”

 Respecto a su técnica literaria, revoluciona la narrativa contemporánea y nos dejó frases memorables: "Una cosa es una historia larga, y otra una historia alargada"; "el final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad"; "el lector recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza", "cuando uno se aburre escribiendo, el lector se aburre leyendo"; "no debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo"...

Después de mi larga conversación con mi profe de Literatura favorita, mi hermana, descubrí que no solo le tiene admiración a este gran hombre como literato, sino porque su sensibilidad nos cala en lo más profundo haciendo que nos sintamos mucho más humanos y enriquecidos personalmente con sus historias.

Sirva esta reseña como homenaje a un gran genio de las letras hispánicas y animo a todos a que leamos y disfrutemos con su gran producción literaria para poder compartir los sentimientos que mi hermana en sus charlas sobre este autor, me ha intentado transmitir tanto del ser humano que ha sido Gabo, como de los personajes que pululan por su universo de realismo mágico. En mi familia es tan habitual hablar de esto que cualquier día nos vemos haciendo las maletas para ir a visitar Macondo…


3 comentarios:

  1. Es una entrada preciosa, Coral. Espero que tu hermana la haya leído... Te la anoto como voluntaria.

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  2. Muchas gracias, si la ha leído y se ha emocionado, Gabo para ella era muy especial, le ha gustado que le hiciera este homenaje....

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  3. Gracias Coral. Veo que mis charlitas sobre Gabo han dejado poso en ti. Espero y deseo que después de este homenaje te animes a leerlo sin parar. Y ya sabes, cuando quieras visitamos Macondo.... (Tu profe favorita)

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